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  1. El hombre debía llevar la imagen de Dios, tanto en la semejanza exterior, como en el carácter. Solo Cristo es ‘la misma imagen’ del Padre (Hebreos 1:13); pero el hombre fue creado a semejanza de Dios. Su naturaleza estaba en armonía con la voluntad de Dios. Su mente era capaz de comprender las cosas divinas.

  2. despertandoencomunidad.jimdofree.com › tema-2-el-ser-humano-creado-a-imagen-de-diosTema 2. EL SER HUMANO CREADO A IMAGEN DE DIOS

    Creados a imagen y semejanza de Dios. Dos maneras de ser persona humana: el varón y la mujer: los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Tensiones y riqueza en la complementariedad. Creados para la amistad con Dios (bajaba por la tarde para pasear con ellos).

  3. La imagen de Dios (del latín imago deí), se refiere a la parte inmaterial del hombre. Esto coloca al hombre aparte del mundo animal, adecuándolo para el “dominio” que Dios le designó (Génesis 1:28), y capacitándolo para tener comunión con su Creador. Es una semejanza mental, moral y social.

  4. 1 de oct. de 2022 · Tema 6. El ser humano, imagen de Dios. El hombre es la única criatura capaz de conocer y de amar más allá de lo material y finito. Si Dios nos ha creado con espíritu, es para que le conozcamos y amemos a Él: la creación del hombre a imagen de Dios implica la posibilidad de una relación de comunicación mutua.

  5. El hombre es creado a imagen de Dios en el sentido de que es capaz de conocer y de amar, en la libertad, al propio Creador. Es la única criatura, sobre esta tierra, que Dios ha querido por sí misma y que ha llamado a participar, por el conocimiento y el amor, de su vida divina.

  6. esnatu.bizkeliza.org › el-modelo-de-persona › 14-somos-imagen-y-semejanza-de-dios14. Somos imagen y semejanza de Dios - ESNATU

    Experimentar / descubrir que hombres y mujeres (la humanidad entera) hemos recibido el aliento de vida de Dios. Niños : Explicar cómo todos somos valiosos, necesarios para vivir.

  7. El hombre es imagen de Dios por ser espiritual, con capacidad para pensar y para amar, para darse y para imitar, en la medida de sus posibilidades, la generosidad de un Dios que no deja de amar, que no puede despreciar nada de lo que ha hecho, porque es "amigo de la vida" (Sb 11,26).