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  1. Hace 22 horas · Usuarios de redes sociales han empezado ha publicar videos sobre la consecuencias de la tempestad: árboles arrancados por el viento, vallas publicitarias dañadas y partes de techo volando por ...

  2. Hace 2 días · Cuando da una orden, ¡hasta el viento y las olas lo obedecen!». », . Con una rápida palabra de Cristo, la tormenta se calmó y el mar se tranquilizó «Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y dijo a las olas: «¡Silencio! ¡Cálmense!». De repente, el viento se detuvo y hubo una gran calma. », (Marcos 4:39).

  3. Hace 3 días · Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él. Es necesario gritarle a Él. La oración, muchas veces, es un grito: “¡Señor, sálvame!”.

  4. Hace 5 días · El viento que sopla con la fuerza de un huracán de pronto se detiene. Es que desde aquella pequeña barca Jesús de Nazaret ha dado la orden y se hace una gran bonanza. Pero notemos que el Señor ...

  5. Hace 3 días · ¿Aún no tenéis fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: « ¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!». REFLEXIÓN. El Papa Francisco, el 27 de marzo del 2020, ante una plaza de San Pedro totalmente vacía, nos regaló una preciosa homilía aludiendo al texto que hoy nos ocupa de la tempestad calmada.

  6. Hace 22 horas · Así que, sí, hay, por un lado, la tormenta y, por otro, la calma. Los discípulos, pues, llenos de miedo, despiertan al Maestro. Y parecen acusarle de no preocuparse de ellos. Al momento y sin devolver acusación por acusación, se levanta él e increpa al viento y dice al lago: «Silencio, cállate». Y cesa el viento y todo queda en calma.

  7. Hace 22 horas · Y así como la palabra de Jesús pacifica la tempestad y vuelve la calma, la Iglesia y el cristiano son invitados a invocar con confianza y en oración continua, nuestra esperanza en Jesús cuya palabra es mas poderosa que la del viento huracanado y su poder más grande que el de las olas, que se pacifican y amansan ante su gesto majestuosamente divino.