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  1. Crítica. A la época de esplendor del Imperio Romano, con sus miserias y sus glorias, retrocedemos con Robert Graves para conocer de manera novelada datos y personalidades históricas, convenientemente excedidas (sin perder su humanidad) y magníficamente retratadas, con una representación psicológica de Claudio realmente cautivadora.

    • Rey Jesús

      Crítica. Robert Graves, el autor de “La Diosa Blanca”, “La...

  2. Sin duda, muy interesante la historia de los primeros emperadores de Roma desde la perspectiva del pobre Claudio que, sin quererlo, terminará siendo el siguiente de la lista. Como crítica: la narración es bastante densa, muy fáctica y, por momentos, casi parece que estamos ante un libro de texto.

  3. Uno de los aciertos de la novela es la elección del narrador, ya que es contada en primera persona por el mismísimo emperador Claudio, que nos explica las vicisitudes por las que pasaron sus familiares, pertenecientes a la dinastía Julio-Claudia.

  4. Robert Graves narra de forma muy estructurada e interesante la vida de Claudio el IV emperador romano. Muy bien documentado desde los tiempos de Cesar Augusto hasta los días que Claudio llega a ser emperador. Excelente novela histórica, no por nada entra en las mejores de todos los tiempos.

  5. 30 de oct. de 2014 · Resumen: Llegado a los últimos años de su vida y temeroso de caer asesinado víctima de una conspiración, el emperador Claudio (o " Clau-Clau-Claudio " , o " Claudio el idiota " ) decide consignar por escrito su larga y azarosa vida desde los días en que gobernaba su tío abuelo Augusto, a cuya sombra su esposa Livia movía los hilos del poder.

  6. Yo, Claudio (1934, en inglés I, Claudius) es la novela más conocida 1 del escritor británico Robert Graves y una de las grandes superventas del siglo XX. Está basada en las historias de Tácito, Plutarco y las Vidas de los doce césares de Suetonio, a quien Graves había traducido.

  7. Sin embargo, más allá de los acontecimientos, Gaves propone una muy sólida reflexión acerca del conflicto entre la libertad republicana (encarnada por Augusto y el joven Claudio) y el orden y la estabilidad imperiales (defendido por Livia) que no ha perdido ni un ápice de su vigencia.